Moby Dick para cualquier persona conocida en literatura clásica es la obra maestra del autor estadounidense Herman Melville. Trata sobre la batalla interminable del barco ballenero Pequod contra una gran ballena blanca que llegan a comparar con Satanas mismo. Ahora, para nosotros simples caníbales que andamos en la busqueda de buena comida, Moby Dick significa solo una cosa. Un lugar pequeño en San Pedro, metido en un centro comercial a la par de un lote valdío adonde día tras día miles de personas pasan, la mayoría sin saber de lo que les puede esperar en ese local. Yo no tengo ningún problema con eso, más bien lo veo como un beneficio egoísta propio, entre menos gente sepa y vaya, más comida para mí. He aquí nuestra versión culinaria no literaria de una historia de una ballena.
Ahora, lo primero es lo primero, sentemos las bases para esto, vamos a dejar un par de cosas muy en claro. Más que todo opiniones personales pero he visto que después de expresarlas a otra gente me he dado cuenta que es algo que no solo yo pienso. Costa Rica no tiene buenos restaurantes japoneses, ni coreanos, cuesta mucho, y cuando digo mucho es pensando en que es más facíl toparse al comelón de harricks en la calle antes de encontrar buen sushi. A mi siempre que me preguntan que cual es el mejor lugar para comer sushi en costa rica, francamente yo solo pienso en tres y uno de ellos es Moby Dick. El resto de pseudo sushi bars de Costa Rica los veo como una excusa barata para ahogar una moda mundial. No me malentiendan, las modas son buenas, cuando son ejecutadas como merecen, no en una forma chambona y lastimosa. Como consejo y moraleja, si me ven algún día en la calle, en un restaurante, un bar o adonde sea y les pregunte que cual es su restaurante favorito, no me den referencias de estos lugares de sushi que menciono, es por su propio bien =D.
Este martes pasado después de hacer unos cuantos mandados caníbales, Alonso y mi persona nos pusimos a buscar buenas opciones para poder almorzar algo a las 3 de la tarde, en horas de restaurante se podría decir que es la hora del burro. En eso que ibamos pasando por el Outlet Mall recordé a ese pequeño local en apariencia justo a la par de un lote vacío. Después de hablar y concordar en que que rico comer sushi nos fuimos ahí. Parqueamos justo para encontrarnos con que el lugar ya había cerrado en sí, pero el mesero hizo caso omiso a eso, nos abrió y nos dio la bienvenida a lo que me daré el lujo de llamar una de las mejores comidas de comida japonesa que me he dado en un largo tiempo. Un par de minutos después de ver el menú, con un fresco de mango y otro de cas enfrente, empezamos la travesía por todo lo que los amigos de la ballena nos pudiesen ofrecer.
Mucha gente cuando va a un restaurante de este tipo de comida siempre empieza comiendo una sopa miso. Yo no, ya he tomado tanta sopa miso en mi vida como para que me expriman en una piscina y le demos de comer sopa a 1000 personas. Nosotros decidimos irnos por las gyozas, algo que a como es fácil hacerlas bien, es aún más fácil matarlas. Vegetarianas para Alonso y de cerdo para su servidor carnívoro. Les voy a ser honesto, yo al cerdo lo amo, lo adoro, lo respeto como animal, soy fiel creyente del dicho que dice: "Me gustan los cerdos, los gatos nos ven con desprecio, los perros nos ven con admiración, los cerdos nos ven como iguales", entonces se puede dar por entendido que si me ofrecen cerdo tiene que ser bueno, muuuuy bueno. Pues no voy a mentir, ese cerdo estaba muy bueno, las gyozas crujientes pero no ahogadas en aceite y el relleno salado pero con buen gusto. Hasta el momento, la ballena blanca y los caníbales urbanos iban de la mano, o de la aleta, más facíl.
Acto seguido llegó lo que para mi ahora considero un antes y un después de mi relación con la berenjena. Alonso en su gran amorío que maneja con este vegetal morado pidió un plato de berenjena frita. Yo, un poco dudoso empecé a pensar, "si esta gente me saca berenjena en tempura ya se van a pasear en todo". Salió esa berenjena y déjenme decirles, si están leyendo esto, imprímanlo y vayanse YA a comer esa berenjena. Era frita, pero no crujiente, por dentro era como una almohada, parecía que habían rellenado la cavidad con pure del vegetal para lograr una textura así. Caníbales y Caníbalas (o su femenino) me había enamorado increíblemente de ese plato. Ese primer bocado trajo sentimientos que muy pocas comidas me hacen tener. Me recordó de lo hermoso que es un vegetal en su forma más libre y desnuda, sin nada de salsas pesadas ni sancochadas ni nada. Solo el, ahí, como ese jugador del equipo que talvez no es la estrella pero es el que bajo presión mejor juega. Mejor en serio, vayan y la prueban que si no escribo una biblia entera hablando de ese plato.
Después de vivir el extasis en morado, vino el sushi, gran variedad y de muy buen sabor. Yo siempre he practicado una doctrina con respecto al sushi que todos quienes se hagan llamar fanáticos y conocedores deberían hacer. El sushi si es de buena calidad se come sin salsa de soya ni nada. El solo tiene que poder defender sus sabores sin ningún aliciente. En Moby Dick el sushi defendió bien su batalla y convenció con sus argumentos. El único problema es que dos de los tres rollos que comimos eran con elementos dulces entonces después de probar el primero ya el segundo no se podía degustar de igual manera, pero aún así no defraudaron. Para terminar la faena, una limonada y un arroz frito con salmón para compartir y así ver si logran cerrar con una nota alta. El arroz estaba bueno, no era algo de otro mundo, lo que sí les agradezco y agradeceré siempre es que supieran como cocinar el salmón adecuadamente. Ese pescado estaba como siempre se debe presentar, jugoso, en su punto, un poquito naranja en el centro, no "chancleteado" como todo mundo piensa. Si "chancleteado", entiendase a término de carne adonde la vianda pierde todos sus hermosos jugos naturales y pasa a tener el valor nutricional de una chancleta Kam Lung.
Con los últimos granos de arroz en las tazas llegó la cuenta. Justa paga para un bue almuerzo, con partidazo de Bryan Ruiz incluido y todo. El servicio fue de muy buena calidad, la atención muy buena sin llegar al punto de ser exhaustivo. Moby Dick probó que la altanería y el boom de las modas no necesariamente significa solo malas cosas. Si uno sabe lo que está haciendo, hasta podrían vender arena en el desierto si así quisieran. Lo único de lo que me puedo quejar y lamentar es el no haber podido comer de su comida coreana, pero no nos desesperemos, eso es para la próxima. Y así termina nuestra versión de un cuento de la ballena, no, no josefina, sino de la ballena blanca que hace sushi.
Daniel El Chef Canibal...
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